Los compuestos tóxicos que bioamplifican se pueden dividir en 2 grupos: metales y compuestos orgánicos. Dentro de estos grupos, los compuestos deben reunir las características antes mencionadas para poder pasar de un nivel trófico a otro (lipofilia y dificultad para ser degradados).
-Metales. Los metales en general no dan problemas de bioamplificación (lo que no los hace inocuos), aunque los que son capaces de adquirir formas orgánicas (arsenio y mercurio), sí pueden hacerlo.
Un ejemplo muy claro de bioamplificación del mercurio fue el de la enfermedad de Minamata, que es un síndrome neurológico causado por envenenamiento grave de metilmercurio, neurotoxina que causa síntomas como debilidad muscular, parálisis, coma, locura e incluso la muerte, entre otros, además de afectar a los fetos, ya que la placenta le transfiere el metilmercurio de la sangre de la madre.
La enfermedad adquirió su nombre por ser descubierta en la ciudad de Minamata, Japón, en el año 1956, y su causa fue el vertido de mercurio elemental en las aguas residuales por parte de una fábrica de productos químicos perteneciente a la Corporación Chisso, de gran influencia en la ciudad. El mercurio que se acumulaba en los sedimentos se convertía en metilmercurio por bacterias anaerobias y entraba en la cadena trófica a través del plancton. Este compuesto, que entra en los organismos mayormente por vía respiratoria y alimenticia, y de forma más moderada a través de la piel, fue biamplificándose hasta llegar al pescado, que era una gran fuente de alimento para la población local. Murieron alrededor de 100 personas entre los 50 y los 60, y muchas otras quedaron con secuelas.
-Sustancias orgánicas. Hay muchos tipos de contaminantes orgánicos (de nuevo, esto no los hace inocuos), pero no todos tienen capacidad para bioamplificarse, por tener facilidad para ser degradados generalmente. Ejemplos de contaminantes bioamplificadores son los PCBs (utilizados como refrigeradores en transformadores industriales, plastificantes en pinturas, lubricantes, entre otras cosas), o el DDT (insecticida muy utilizado durante la revolución verde) y el producto de su degradación, el DDE (el cuál provocaba el ablandamiento de la cáscara de huevos en especies de aves sensibles, provocando su rotura a la hora de incubarlos).
Una de las veces que la bioamplificación de PCBs causó quebraderos de cabeza fue en la década de los 60 en los EEUU en los visones de granja. Estos compuestos afectaban a la reproducción y causaban mortalidad en las crías de visón recién nacidas. Para 1967, la mortalidad de estas llegaba al 80%. Estudios sobre el caso relacionaron a la causa de estos problemas a los PCBs, que sin embargo no tenía contacto directo con los visones. La fuente de envenenamiento provenía del salmón incluido en la dieta de las madres, que tenía acumuladas grandes cantidades de los compuestos tóxicos debido a la bioamplificación.
Estos casos son ejemplos (y se podrían mencionar muchos más) de los riesgos que la bioamplificación entraña, son prueba de la importancia que puede llegar a tener en el medio ambiente y la salud de los seres vivos.
NOTA SOBRE EL AUTOR: Esta noticia la ha redactado David Núñez Lema, graduado en Biología por la Universidad de A Coruña, quien en el momento de su elaboración y publicación se encontraba realizando las prácticas extracurriculares en EMBERIZA ESTUDIOS AMBIENTALES S.L.