Es indudable que el sistema agroalimentario actual es uno de los factores que mayor impacto tienen en el medio ambiente. Alimentar a casi 8 mil millones de personas tiene como consecuencia que casi la mitad de la superficie terrestre habitable (es decir, sin contar el espacio ocupado por glaciares o tierras estériles como desiertos) esté destinadas a la producción de comida. Esto, sumado al consumo de agua dulce, producción de residuos y emisiones de gases de efecto invernadero (hasta un cuarto de los totales producidos por los humanos), entre otros, lo convierte en uno de los mayores retos para la humanidad en la búsqueda de un futuro sostenible.
Con este objetivo en mente, es imprescindible prestar atención al consumo de alimentos de origen animal, especialmente la carne. La cuestión más básica para abordar esto es un principio ecológico conocido como la Ley del 10 % o ley del Diezmo, que establece que el intercambio de energía entre un nivel trófico y el superior es de solo un 10 %. Esto implica para el caso que nos ocupa que, grosso modo, para obtener la misma energía (generalmente expresada en kcal) de un producto animal frente a uno vegetal se necesite 10 veces más energía. Esta energía proviene de la producción de cultivos para la alimentación de los animales, lo que lleva a que la actualidad casi el 80 % de la superficie utilizada para la producción de alimentos esté destinada a animales mientras que solo aportan el 18 % de las calorías consumidas y el 37 % de las proteínas.
El impacto de este tipo de alimentos en el cambio climático también es notorio. El 37 % de las emisiones de GEI derivados de la producción agroalimentaria provienen directamente del ganado o de los cultivos destinados a él. Si a esto se le suman las emisiones derivadas del uso del suelo el resultado es que algo más de la mitad de los GEI emitidos se le pueden atribuir a la ganadería (mientras representan solo el 18 % de las calorías consumidas).
Cabe destacar que el impacto que tiene no es uniforme y depende enormemente de la forma de producción, por lo que también es algo a tener en cuenta no solo a la hora de producir alimentos de origen animal sino también de origen vegetal.
Con la población mundial aún en aumento y el desarrollo económico de países que en la actualidad tienen un bajo consumo de carne per cápita (como pueden ser la India, Indonesia o Nigeria, que suman casi 2 mil millones de habitantes) la situación podría ser incluso menos sostenible.
Es importante realizar una labor de concienciación, datos en mano, para que poco a poco su consumo se vaya reduciendo. Esto no está exento de polémica, en gran parte, debido al arraigo cultural que hay en occidente respecto a su consumo. No obstante, esto es algo relativamente reciente ya que en España, por ejemplo, el consumo de carne se ha cuadriplicado en los últimos 50 años. En los últimos tiempos han aumentado las personas que optan por dietas vegetarianas o veganas por distintos motivos pero no todo el mundo necesita privarse del consumo de carne. Con tan solo reducir su consumo en nuestras dietas y optar por formas de producción más eficientes y sostenibles podríamos mejorar la situación.
Datos extraídos de:
https://ourworldindata.org/environmental-impacts-of-food
Otra información obtenida de:
https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/impacto-ambiental-carne-es-innegable_17128
https://www.science.org/doi/10.1126/science.aaq0216