Dentro de la complejidad de los estudios realizados en parques eólicos, existe una investigación previa a su construcción que tiene como fin analizar las distintas poblaciones de fauna característica de la zona y los posibles impactos generados por la respectiva instalación.
Dicho estudio se centra, principalmente, en censar las poblaciones de aves y quirópteros presentes en el área, dado que se trata de los grupos faunísticos que sufren una mayor incidencia en parques eólicos. Esta última comunidad, aunque menos conocida debido a su escasa visibilidad en el día a día, es una de las protagonistas dentro de nuestras pesquisas, y su estudio lleva detrás un gran trabajo que sigue una metodología muy característica del Orden Chiroptera: la grabación y análisis de ultrasonidos, que cada vez es más frecuente y específica para su estudio.
Los quirópteros, a los que conocemos coloquialmente como murciélagos, han desarrollado, debido a sus hábitos nocturnos y capacidad de vuelo, un sistema de orientación espacial y percepción del medio basado en señales acústicas. Así, gracias a esta técnica de ecolocalización, son capaces de orientarse durante sus períodos nocturnos de actividad.
Gracias a este sistema tan característico, es posible la realización de censos de población en nuestras áreas de estudio. Atendiendo a la ecología de las distintas especies, se colocan estratégicamente una serie de grabadoras intentando abarcar el máximo número de hábitats posible, siendo recomendada la proximidad a masas de agua, formaciones rocosas, bordes de bosques o caminos forestales y a campos de uso agroganadero, donde abundan ciertas especies de insectos que forman parte de la dieta de algunos quirópteros. Estas grabadoras son programadas para registrar un amplio abanico de frecuencias, que son imperceptibles para el oído humano. En concreto, se registran frecuencias entre los 10 y 115 kHz, mientras que el umbral de frecuencia auditiva del ser humano es aproximadamente hasta los 20 kHz, de manera que, si nos encontrásemos de noche en un bosque, el único murciélago al que podríamos escuchar sería el murciélago rabudo (Tadarida teniotis), ya que emite a frecuencias entre 6 y 15 kHz.
A continuación, estas grabaciones son examinadas mediante distintos software de análisis acústico, y dependiendo de características como la forma, frecuencia o duración de los pulsos, puede llegar a determinarse el género e incluso la especie que ha sido detectada.
Sin embargo, no siempre es posible llegar a la identificación específica de todos los individuos detectados, ya que muchas especies tienen unas características de ecolocalización muy similares entre sí. Además, este tipo de muestreo no es capaz de determinar un tamaño poblacional, sino más bien la diversidad y actividad existente en el ámbito de estudio.
Además del género o especie, podemos identificar otros elementos etológicos y ecológicos como, por ejemplo, diferentes comportamientos. Gracias a las variaciones de frecuencia, características de cada tipo de conducta, y atendiendo a su ecología, podemos observar episodios de feeding buzz o drinking buzz, un tipo de zumbidos que emiten al beber o alimentarse y que podrían mostrar áreas de alimentación, y social calls o llamadas sociales, que podrían estar relacionadas con la cercanía a refugios en el entorno de la grabadora o incluso áreas de reproducción.
Los métodos bioacústicos se encuentran actualmente en expansión gracias al desarrollo tecnológico en este campo; junto con los métodos tradicionales de censo de quirópteros, estos procedimientos permiten estudiar con más profundidad la diversidad de este grupo, así como el uso de los hábitats por parte de las distintas especies, lo que posibilita tener una información mucho más exhaustiva de su presencia en nuestro territorio y, por tanto, en nuestras áreas de estudio.